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  CANUT DE BON - SU HISTORIA
 
  CANUT DE BON - SU HISTORIA


 
Don Juan Bautista Canut de Bon, vio la luz en esta tierra un 1 de octubre de 1846 en la ciudad española de Valencia. A los 18 años ingresó a la Orden de San Ignacio (jesuitas) en Balaguer, cerca de Lérida, donde aprendió el oficio de sastre.
En 1869 es enviado por su orden a la República Argentina, donde aprendió Homeopatía y desde ese lugar pasa a Chile ya retirado de la Orden Jesuita el 30 de abril de 1871. Aquí conoce y se enamora de doña Virginia Robles Aquilarand, con la cual contrae matrimonio el 5 de agosto de 1872. De esa unión nacieron tres hijos. Ese mismo año se establece en la ciudad de Los Andes, dedicándose a la venta de telas. Canut, siempre fue un hombre de profundas inquietudes espirituales.
   En 1876, en el mes de diciembre, mientras espera un trasbordo de tren en la estación de Quillota, encontró entre los hierros del andén, un ejemplar del Nuevo Testamento que repartía en la zona el Colportor don Manuel Ibáñez Guzmán, al servicio de la Sociedad Bíblica de Valparaíso. Según el propio Diario de Vida de Canut de Bon, esté fue el episodio que transformó su vida. El mismo lo define como el: "Primer encuentro que tuve con el Evangelio". Poco después conoce al misionero Presbiteriano Rev. Roberto Mac-Lean, quien le explica el Evangelio, y Canut se transformará en un fogoso predicador. En una carta enviada a la Misión Presbiteriana en Valparaíso, el futuro Predicador manifiesta que: "Gracias a la Misión de Mac- Lean he encontrado esta salvación tan grande a mi alma". El Periódico Evangélico, editado en Ingles "The Record" escribe de él en diciembre de 1879: "Hace dos años atrás, un inteligente Español, a la sazón residente en San Felipe, se hizo ardiente amigo del Evangelio de Jesucristo". Esta apreciación es confirmada por el propio Canut de Bon, quien dejó constancia de ello en notas que escribió en la contra tapa de su Biblia personal, en donde cuenta que ya predicaba el evangelio en esa ciudad.
   Tras algunas vacilaciones y contradicciones que serian más tarde superadas por él, Juan Bautista Canut de Bon, se transformaría en el prototipo del predicador nacional, llegando a ser uno de los más destacados exponentes del evangelio en el medio protestante chileno.
   Las primeras predicas del recién converso español, estuvieron marcadas por una virulencia extrema y aún desconocida en el naciente y frágil medio evangélico operante hasta ese momento en Chile, sus ataques y discursos en contra de la iglesia católica romana, en las puertas de sus propios templos y, en un lenguaje que resultaba familiar a esa iglesia, despertaron pronto el resentimiento y, sólo logró hacerse más de enemigos que de seguidores. Los clientes de su tienda lo abandonaron y, se vio obligado a cerrar. Entre esto, Mac-Lean lo invita a trabajar para la Misión Presbiteriana y en junio de 1878, Canut de Bon manda la solicitud de ingreso a la Junta Presbiteriana de Misiones en Estados Unidos.
En las reuniones anuales de la Junta misionera, de enero de 1879, los misioneros acordaron firmar el contrato; en el informe anual de ese año figura como un "licenciado nativo del país", calificado como predicador "activo, incansable y eficiente". Más adelante fue enviado como ayudante del Rev. Julius Christen a Santiago. En la Capital abrieron una Escuela de primeras letras en la misma casa de Canut de Bon y una capilla para cultos a la cual concurrían unas 40 a 50 personas. Con el fin de perfeccionarlo en los estudios teológicos, Christen lo envió a Concepción bajo la dirección de los hermanos Eneas y Roberto Mac-Lean. En esa misma época la Misión Presbiteriana dividió su trabajo en dos ares territoriales, la Misión Norte y la Sur.
   En Concepción, Canut volvió a su práctica de atacar duramente a los católicos, logrando al igual que en San Felipe y Los Andes, alejar a los oyentes de los predicadores. Por estos motivos y tras reiteradas consultas los misioneros resolvieron retirarlo del trabajo de predicador en Concepción en marzo de 1881.
Fue la dura y beligerante actitud anticatólica de Canut de Bon, acorde a su ancestro español y catalán, que se encontró con la oposición de la estrategia de los misioneros presbiterianos norteamericanos, que arriesgaban caer en las sanciones de la Constitución Política, de las leyes judiciales del país y que ponía en peligro su permanencia como misioneros, dejándolos expuestos a la expulsión del país y la disolución de sus Iglesias. Esta fue la razón por la cual la Misión Presbiteriana no lo aceptó nuevamente entre sus filas.
   Como era de esperar Canut, reaccionó duramente, pero al cabo de un tiempo se disculpó con los presbiterianos y solicitó su reincorporación a la Misión. Por segunda vez se le negó la solicitud, porque como dijo Roberto Mac-Lean: "de acuerdo a las leyes de nuestra Iglesia, debemos mantenerlo fuera del púlpito hasta que demuestre un cambio verdadero y hasta que los escándalos que ha suscitado con su iracundia se torne cosa del pasado".
La negativa le dolió profundamente y herido en su orgullo y amor propio, rompió con la Iglesia Presbiteriana. Después de tres años de conflictos emocionales, retornó brevemente a la iglesia romana, pero pronto se arrepintió de aquello y solicitó su incorporación a la Iglesia Metodista bajo la dirección del Obispo Taylor, quien le envía a la zona de Coquimbo-La Serena. En 1888, trabajando en la Obra de esos lugares, mostró sus mejores dotes al ser el primer predicador popular en cautivar el corazón del pueblo con un lenguaje más directo y claro que el de los misioneros extranjeros, lo que le significó atraer a cientos de compatriotas a las filas del evangelio. Esto también fue motivo para ser perseguido, escarnecido de muchas maneras y acusado de todos los crímenes posibles; los ataques a su persona y familia por un populacho furioso incitado por los curas en contra de él, fueron una constante por parte de la iglesia católica.
   Fue en la Serena donde el populacho comenzó a motejar a sus seguidores como "Los Canutos", mote despectivo, que hoy es considerado una noble dignidad para sus herederos espirituales.
   Canut abrió una pequeña Escuela elemental en la Serena y apoyaba su magro salario pastoral con el ejercicio de la medicina Homeopática. Más tarde, para alejarlo de las acusaciones e intentos de agresión, las autoridades de la Iglesia resolvieron enviarlo a las Misiones de la Frontera Araucanía. En 1893 está un tiempo en Concepción, donde rinde sus brillantes exámenes como Pastor; asume los territorios de Traiguén, Angol, Victoria, Los Ángeles y Temuco y se destaca como tenaz misionero. No sólo atendió las necesidades de los Metodistas, también se dedicó a apoyar a los Colonos Alemanes y Suizos llegados a la Araucanía; celebraba reuniones en castellano en casa de los alemanes, siendo traductora la hermana Marta Berg, una ex profesora de la Escuela Dominical de Berlín, y brillante compositora de Himnos. Sus conferencias a chilenos y germanos en casa de la familia Reinike en Quillén permitieron constituir más tarde la Iglesia Sociedad Evangélica de Contulmo; Canut se hizo más famoso aún cuando comenzó a predicar a bordo de las primeras estaciones de ferrocarriles, y en los coches de trenes durante los viajes. Con voz poderosa comenzaba a decir: "Voy a deciros una maravillosa Noticia: La Palabra De Dios...".
   Amigo inseparable y colaborador en sus últimos años del Misionero Menonita Alemán-Norteamericano Enrique Weiss, fundador de la Alianza Cristiana Misionera en Chile, y del Misionero Alemán Oscar von Barchwitz Krauser, que trajo a Chile un grupo de 48 familias evangélicas alemanas desde Berlín en 1888 a la zona de Traiguén - Tricauco, organizando la "Sociedad Evangélica Alemana", hoy Sociedad Evangélica Chilena, conocida en Santiago como "Encuentro con Cristo". Gustaba de decir siempre a los colonos suizos alemanes de Victoria, Contulmo y Temuco: "Los alemanes deben llegar a ser los misioneros de Chile".
   Después de desempeñar labores pastorales y misioneras en las congregaciones Metodistas, Aliancistas, y las Iglesias Suizas y Alemanas de la Araucanía, a lomo de caballo, vadeando torrentosos ríos y en medio de furiosos temporales, contrajo pulmonía, lo que lo obligó a viajar a Santiago, donde murió a los 50 años de edad.
Dejó para la posteridad el ejemplo de una vida inquieta y comprometida con sus ideas, aprendió a amar al Señor más allá de toda consideración, dejó un espíritu de fraternidad evangélica difícilmente imitable, una manera de entregar el mensaje pionera hasta nuestros días, un titulo de honor para los protestantes chilenos "Canutos", pero por sobre todas las cosas fue un Pregonero de Justicia. Un ejemplo para las futuras generaciones y una tarea aún pendiente para muchos.
Sus huesos descansan en el Patio de Disidentes del Cementerio General de Santiago, en una tumba que a Dios gracias aún permanece para honrar su memoria y ejemplo.
 
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