Gen 4:1-5 Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.
¿Qué observamos aquí? Por un lado tenemos a un creyente genuino en la persona de Abel y, por el otro, a un creyente falso en Caín. Vemos una profesión de fe genuina en Abel y una falsa en Caín, lo que nos muestra cómo, desde los albores de la humanidad, crecen juntos el trigo y la cizaña. Los dos hicieron ofrendas a Dios. Mucho tiempo después el escritor de Hebreos recoge la actitud con la que tales ofrendas fueron hechas.
Heb 11:4 Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín…
Si ambos, Caín y Abel, hicieron ofrendas a Dios, ¿por qué la de Abel fue mejor? ¿Por qué Dios rechazó la ofrenda de Caín? Por la fe. El término original traducido como Fe en Hebreos 11 es el griego pistis que significa total confianza en Dios para salvación.
En su epístola, Santiago nos habla de una fe que no salva:
Stg 2:19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan
La palabra expone, así, que hay creyentes con una fe que no salva, la cual es igual a la fe de los demonios. Es decir, creen en el sentido de que no son ateos:
Tit.1:16 Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.
PDT Tit.1:16 Dicen que conocen a Dios, pero todo lo malo que hacen demuestra que no lo conocen. Son muy malos, se niegan a obedecer y no son capaces de hacer nada bueno.
Para entender la diferencia entre el sacrificio acepto y el rechazado, recordemos a Adán y a Eva después de haber pecado: se vieron urgidos a tapar su desnudez con hojas de higuera. Esto indica que Adán usó sus propios métodos y recursos para que Dios lo aceptara. Junto con su mujer, Adán inventó su propia forma de acercarse a Dios. El Señor por su parte rechazó su pecado y los vistió con pieles de animales, es decir, tuvo que sacrificar víctimas inocentes y derramar sangre para cubrirlos. Así aplicó su justicia y rechazó la justificación humana. La sangre de esos animales inocentes señalaban a Cristo, el Cordero de Dios, cuya sangre sin contaminación de pecado limpiaría los nuestros con el único requisito de que el ser humano creyera en el sacrificio de Cristo. Queda claro que, desde el principio, Dios nos enseñó que había que derramar sangre inocente a causa de nuestros pecados, con tal de limpiarnos.
Luc. 22:20 Después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros será derramada.
La ofrenda de Abel, esto es “lo mejor del ganado”, habla de su convicción de pecado. Este varón sabía, seguramente por boca de su padre Adán, que la única manera de acercarse a Dios era derramando sangre. Abel, convencido de su propia maldad, se humilló ante Dios y demostró una genuina fe en Él cuando le rindió ofrenda. Dios lo aceptó.
Caín, por su parte, no tenía convicción de pecado, nunca reconoció su condición delante de Dios ni se humilló. Así, hizo a un lado la única oportunidad de ser aceptado por Dios, esto es, derramando sangre. Así, Caín nunca fue limpiado por la sangre aunque decía creer en Dios. Por lo contrario, este hombre inventó su propio método para acercarse a Dios, cambiando la ofrenda de sangre por un plato de frutos de la tierra. Dios lo desechó.
Esto retrata la condición de los primeros días de la humanidad. Son los días de Noé. Mas, ¿cómo son los días en nuestra generación?
Nuestros días: iguales a los de Noé (el que oiga, entienda).
Hoy por hoy, miles de personas dicen creer en Dios, van a la iglesia, pero no han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo. Viven, pues, un cristianismo sin sangre: fueron “atraídos” a Cristo sin arrepentimiento, creyeron que si “aceptaban a Cristo” se resolverían todos sus problemas, su negocio prosperaría y su matrimonio se salvaría. Vinieron tras él por las ofertas, mas nunca fueron lavados por Su sangre.
A éstos nunca les dijeron que es necesario arrepentirse y nacer de nuevo. Tampoco les informaron que sin santidad nadie verá al Señor. Les fue presentado un cristianismo sin Cristo, una salvación sin arrepentimiento y una regeneración sin la sangre preciosa del Señor. Y qué pena, porque muchos que están en tal condición creen que son cristianos, mas no han experimentado la verdadera vida nueva en Cristo.
¿Puede alguien ser cristiano sin arrepentirse realmente de sus pecados y sin ser lavado con la Sangre del Cordero de Dios? La respuesta es un rotundo no. Éstos siguen a otro Jesús, el que retrata la pantalla de Hollywood, el Jesús que “está chido”, el que es “la onda”, el Jesús de la súper gracia. Viven, así, un cristianismo “cool”, una mera moda en la que hasta el diablo podría hacerse llamar cristiano.
Qué pena: han seguido a Cristo porque se los han presentado rodeado de motocicletas, patinetas y autos de colección, en medio de actos circenses, emocionantes conciertos y brevísimos mensajes de un evangelio diluido que no causa el menor dolor por el pecado y que por su comodidad todo el mundo acepta.
¿Y el Evangelio de la Cruz? Hoy se ha vuelto el evangelio del crucero (¿o cruz cero?) por el Caribe, animado por predicadores convertidos en humoristas y motivadores y amenizado por cantantes que endulzan el oído susurrando que Dios nos ama pero incapaces de llamar al arrepentimiento. Es éste un cristianismo sin sangre.
Engañadas, estas personas componen las multitudes que llenan iglesias y estadios para participar en el nuevo show del milagrero de moda, en gira por las naciones. ¡Avivamiento!, gritan a los cuatro vientos, pero no están lavados con la sangre del Cordero de Dios. Le cantan al Señor cuando ni siquiera han nacido de nuevo. Cristianismo sin sangre.
Los últimos datos indican que en el mundo hay 6 mil 700 millones de personas, de las cuales un 20%, esto es 1340 millones, no creen en Dios; y un 80%, esto es 5 mil 360 millones, creen en Dios. Estos últimos están repartidos en muchas religiones, de las cuales hay tres sobresalientes: el cristianismo, el islamismo y el hinduismo. Unos 2 mil millones de seres humanos declaran ser cristianos. Mas ¿cuántos están realmente lavados con la sangre de Cristo, cuántos han nacido de nuevo?
En el México de 2009 vivimos alrededor de 110 millones de personas, de las cuales se calcula que 94 millones son católicos. Entre el 12 y el 15% declaran ser cristianos no católicos, esto es, unos 16 millones. En este último grupo se incluyen los mormones, los seguidores de La Luz del Mundo y los cristianos evangélicos entre otros. Nuestro estado, Jalisco, tiene 7 millones de habitantes, de los cuales apenas el 1% profesa ser evangélico, esto es, unas 70 mil personas. De este grupo, ya en sí muy pequeño, ¿cuántos serán realmente lavados por la Sangre de Cristo? Es probable que muy pocos.
Nuestro país vive periódicamente actos multitudinarios de fe. La visita al santuario de la Virgen de Guadalupe registra 5 millones de peregrinos, mientras la peregrinación al santuario de la Virgen de Zapopan se compone de unos dos mil romeros. Son muchas personas, mas ¿será esta manifestación masiva un signo de avivamiento? Claramente, no: también es parte de un cristianismo sin sangre y sin Cristo, tal como el que se vivía en los días de Noé.
¿Cómo obró finalmente Caín?
Creo que está claro: Caín obró como lo que siempre fue: un no nacido de Dios. ¡Y sin embargo él creía y ofrendaba a Dios!
Gen 4:6-8 Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.
Dios Habla Hoy (DHH).